Mtra. María Delta Kuri Trujeque Lic. Rosario García González Historiadoras del Departamento de Investigación Histórica Unidad de Historia y Cultura Naval Secretaría de Marina-Armada de México |
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93 aniversario de la nacionalización de la Marina de Guerra y Mercante El mar en la historia de México ha sido un elemento esencial, debido a que el país cuenta con una amplia extensión de litorales que lo flanquean por ambos lados. Por esa misma causa, nuestra nación ha sufrido una condición de vulnerabilidad, dado que por él siempre se ha mancillado nuestro territorio. Por ello un país con esta importante extensión de mar, requiere necesariamente de una institución que salvaguarde la soberanía nacional y auxilie a la población en casos de desastres, actividades que los hombres de la Armada de México han desarrollado desde la creación de esta institución –en 1821- hasta nuestros días. En este 2010 se festeja a nivel nacional el Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución; por su parte, la Secretaria de Marina-Armada de México también se encuentra de manteles largos porque el pasado 1º de junio celebró el 93 aniversario de ser una institución completamente nacional, al hacerse valer las disposiciones contenidas en el artículo 32 de la Carta Magna emitida en 1917. Otro evento relevante para esta Secretaría es que este año también se celebran los 70 años de ser una institución totalmente autónoma. La nacionalización de esta dependencia formó parte de las transformaciones y cambios que generó la Revolución Mexicana. Apenas se había logrado un poco de estabilidad cuando la revolución constitucionalista triunfó al imponerse a las demás facciones y se procedió a formular una nueva legislación que sustentara a nuestro país. Se reunió en Querétaro un Congreso Constituyente que pronto comenzó a rendir frutos, ya que de él surgió la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada el 5 de febrero de 1917, en la que quedaron plasmados los principales ideales de la revolución.
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Esos ideales tenían qué ver precisamente con un rescate de lo nacional. Para el caso de la Armada, al lograr México su independencia en 1821, se carecía de escuelas propias para la formación de oficiales experimentados, por mucho tiempo hubo que recurrir a la contratación de personal extranjero para que prestaran sus servicios a la institución. Fueron pocos los marinos mexicanos que se formaron en el extranjero; sin embargo, a principios del siglo XX nuestro país ya contaba con comandantes mexicanos de amplia experiencia como el Comodoro Manuel Azueta Perillos, el Capitán de Navío Tomás Othón Pompeyo Blanco Núñez de Cáceres o el Capitán Rafael Izaguirre, por mencionar algunos. Desafortunadamente, en la práctica la mayoría de las veces eran extranjeros los que comandaban los barcos, lo que representó un serio problema de lealtad hacia los gobernantes en turno, ya que cuando fue necesario su apoyo, por los avatares de la revolución, los dueños y encargados de los buques mercantes lejos de cooperar con el gobierno ante la falta de trasportes marítimos, abanderaron sus buques con pabellones extranjeros, sin oposición alguna por parte de la tripulación, “porque siendo ellos mexicanos nacionalizados y aun extranjeros, vieron con tibieza y aun con agrado esta actitud antipatriótica”.[1]
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IMPULSORES DE LA NACIONALIZACIÓN Algunos de los principales impulsores del artículo 32 fueron el General Cándido Aguilar Múgica y el General de División Heriberto Jara Corona, junto con la comisión designada para discutirlo y que estuvo integrada por Francisco J. Múgica, Alberto Román, Luis G. Monzón, Enrique Recio y Enrique Colunga quienes se reunieron para deliberar el contenido del artículo, hasta conseguir la aprobación del Presidente de la República Venustiano Carranza. No se trataba de un mero capricho por desplazar al personal de otras nacionalidades, porque la propuesta claramente decía que se debía prohibir que los extranjeros, en época de paz, pudieran servir en el ejército o en las fuerzas de policía y seguridad pública. El General Aguilar propuso una reforma que constituye el cuerpo central del texto del artículo 32: “Para pertenecer a la Marina de Guerra y para desempeñar cualquier cargo o comisión en ella se requiere ser mexicano por nacimiento. Esta misma calidad será indispensable para ser capitán, piloto, patrón y primer maquinista de los buques mercantes, debiendo tenerla, además, los que compongan las dos terceras partes de su tripulación”.[2] De esta forma, se aprobó el siguiente artículo: Artículo 32: Los mexicanos serán preferidos a los extranjeros en igualdad de circunstancias para toda clase de concesiones y para todos los empleos, cargos o comisiones del gobierno en que no sea indispensable la calidad de ciudadano. En tiempo de paz ningún extranjero podrá servir en el Ejército ni en las fuerzas de Policía o seguridad pública. Para pertenecer a la Marina de Guerra y para poder desempeñar cualquier otro cargo o comisión en ella, se requiere ser mexicano por nacimiento. Esa misma calidad será indispensable para ser capitán, piloto, patrón y primer maquinista en los buques mercantes, debiendo tenerla, además, los que compongan las dos terceras partes de su tripulación.
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El artículo entró en vigor el 1º de junio de 1917, el puerto de Veracruz fue testigo de la posesión por parte de los marinos mexicanos de los barcos que hasta ese momento habían sido comandados por extranjeros. Los buques mercantes México, Coahuila, Tamaulipas, Sonora, Jalisco, Tehuantepec y Puebla se asignaron a los Capitanes José del Carmen Solís, Armando Ascorve, Luis G. Pliego, Luis Hurtado de Mendoza, Agustín Cendreros, Alberto Pawling y Agustín Guillé Alba, respectivamente.[3]
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HERIBERTO JARA, PRIMER SECRETARIO En 1940 el Comodoro José María Liévana Ojeda y el Capitán de Altura Carlos Solano, plantearon al Alto Mando la conveniencia de establecer un día en honor de la Marina Nacional, tal proyecto se vio cristalizado hasta el 11 de abril de 1942, correspondiendo al primer Secretario de Marina, General Heriberto Jara Corona, retomar tal proposición hasta lograr la aprobación del entonces Presidente de México, General Manuel Ávila Camacho. Para estos fines, se emitió decreto en el que se estipuló que el 1º de junio de cada año se conmemorará en todo el país el Día de la Marina Nacional, así desde hace 58 años celebramos tan memorable fecha. Entre las actividades que se llevaron a cabo, destacó la develación de una placa en donde la entonces Avenida de los Ferrocarriles cambiaba su nombre a Avenida de la Marina Nacional; además, el entonces Director de la Armada Nacional, Comodoro Luis Schaufelberger Alatorre, difundió la noticia en el programa radiofónico dominical la Hora Nacional, el cual fue dedicado exclusivamente al evento.
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Desafortunadamente no todo era gozo, pues un mes antes, había sucedido el hundimiento de los buques petroleros Potrero del Llano y Faja de Oro, los cuales fueron torpedeados en el Canal de la Florida por submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, de tal forma que con este día, también se rendían honores a aquellos marinos mexicanos muertos en cumplimiento de su deber. En la actualidad correspondió al Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa y al Almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza, Secretario de Marina, hacer patente el júbilo de rendir honores a los marinos mexicanos que con su trabajo, lealtad, entrega y patriotismo, demuestran día a día el compromiso que tienen con la nación: “en la tierra, en el aire y en el mar”. |
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Este artículo se publicó en la revista militar ARMAS Año 70 No. 454. 17-21.Pp Nota: El presente artículo puede variar al publicado en virtud de que el editor se reserva el derecho de modificarlo conforme a la disponibilidad del espacio. |
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[1] “Dictamen de la primera comisión de constitución de la 46º sesión sobre el artículo 32” en Semblanza Marítima del México Independiente y Revolucionario, México, Secretaría de Marina, 1970, p. 251. [2] Ídem, 250. [3] Mario Lavalle Argudín, La Armada en el México Independiente, México, Secretaría de Marina, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1985, p. 248.
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