El Pacífico mexicano Segunda parte |
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Mtra. María Delta Kuri Trujeque* Historiadora del Departamento de Investigación Histórica Unidad de Historia y Cultura Naval Secretaría de Marina-Armada de México |
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EL PÁCIFICO MEXICANO En el litoral del Pacífico y en la Laguna de Chapala las acciones ya se habían dado, el turno tocaba ahora al litoral del Golfo de México, específicamente a Veracruz, lugar que desde 1812 había cobijado la germinación del movimiento rebelde encabezado por Antonio Merino, Manuel Serapio Calvo, Pablo Melgarejo, Francisco Montoya, Juan García, entre otros. Esta parte del Golfo resultó estratégica, porque además de que constituía el punto de comunicación entre la metrópoli española y la Ciudad de México, también era un sitio desde el cual se podía tener contacto con relativa facilidad hacia Baltimore, Nueva Orleáns y Galveston en Estados Unidos, pudiendo el movimiento independentista enviar un plenipotenciario para conseguir armas y pertrechos, además de armar en corso algunos buques para apoyar la causa.
NAUTLA: CENTRO INSURGENTE
Las fuerzas entonces se dirigieron hacia los puertos del Golfo de México. A partir de 1814 la insurgencia ocupó algunas zonas desde Veracruz hasta Tampico, sin embargo, su debilidad al no contar con una marina y una fuerza naval los hizo ir perdiendo los puntos que ya se habían ganado. La mayor resistencia rebelde se centró al norte de Veracruz, siendo los dos principales Nautla y Boquilla de Piedras. En Nautla, los insurgentes tuvieron contacto con embarcaciones de corsarios que provenían de Nueva Orleáns. El 19 de junio de 1814 fue avistada una embarcación por el corsario Pedro Elías Bean, de la que dos días después el fraile franciscano José Antonio Pedrosa informó al jefe insurgente Ignacio López Rayón que se trataba de la goleta angloamericana llamada El Tigre capitaneada por el francés Dominique You. El Tigre, que pertenecía a la famosa banda de corsarios Lafitte, contaba con una tripulación de 125 hombres, traía entre su cargamento 3,000 arrobas de pólvora y le acompañaban las fragatas Dorada, Filantro y Surprise, comandadas por los Capitanes Lansing, Calivot y Mark, respectivamente. En la goleta El Tigre venía también el General Humbert, a quien contactó el secretario de Morelos, Juan Nepomuceno Rosains, a través de Juan Pablo Anaya. Entraron en negociaciones y con su compañía penetró en el país. Poco tiempo duró la estancia de Humbert en territorio mexicano, pues al enterarse de los constantes enfrentamientos entre insurgentes y realistas (como el de San Hipólito, en el que Rosains fue derrotado), decidió regresar a Nueva Orleáns, llevándose consigo el armamento que traía para los insurgentes, el dinero recibido, al mismo Anaya y a Pedrosa. Este hecho hizo que Rayón comunicara a Morelos el hurto del que habían sido objeto. La llegada de estos barcos extranjeros alentaban las ilusiones de los insurgentes con respecto a la ayuda que del exterior pudieran recibir. Los corsarios fueron de suma importancia para el movimiento independentista. Para el caso de Nautla y Boquilla de Piedras los hermanos Juan y Pedro Lafitte tuvieron una participación relevante, así como Pedro Elías Bean, y los Comodoros corsarios Juan Galván y Luis d´Aury.
Nautla se situó como centro insurgente en la costa del Golfo y, enterado el gobierno virreinal de que agentes de los rebeldes se encontraban en Estados Unidos incitando para conseguir apoyos, ordenó la ocupación de la Barra de Nautla. El Comandante del Rey, Manuel González de la Vega, recibió la comisión de llevar a cabo las diligencias necesarias para apoderarse del apostadero. La toma realista se dio por tierra y por mar entre el 21 de noviembre y el 2 de diciembre de 1814, con cuatro piraguas que cargaban 54 hombres comandados por el Teniente Pedro Blasco y con 40 infantes dirigidos por el Teniente de Patriotas Juan Vidal, de manera simultánea se atacó la Barra de Nautla el 1º de diciembre de 1814. Este enfrentamiento dejo claro a los insurgentes que la defensa era ya insostenible. Al finalizar diciembre, los realistas ya habían logrado el control total de la zona, haciendo que los rebeldes se vieran en la necesidad de resguardarse en Boquilla de Piedras para continuar asegurando la comunicación con el extranjero. En diferentes momentos Nautla volvió a caer en manos de los insurgentes. En 1815, José Álvarez de Toledo[1] invitó al Coronel Pedro Elías Bean para iniciar una expedición con la que se pudiera recuperar Nautla. En 1816 al perderse Boquilla de Piedras, el General Guadalupe Victoria ocupó nuevamente Nautla, y mantuvieron su control hasta el 24 de febrero de 1817 en que el Teniente Coronel realista Carlos María Llorente volvió a dominarla. La vigilancia realista sobre la barra de Nautla va a ser mayor, debido a los informes que se comenzaron a recibir a cerca de la posible llega del General español Francisco Javier Mina, partidario de la causa independentista, a algún puerto del Golfo de México.
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BOQUILLA DE PIEDRAS, REFUGIO DE INSURGENTES Cuando los insurgentes pierden Nautla a finales de 1814, se refugiaron en otro apostadero muy cercano ubicado también en el norte de Veracruz: Boquilla de Piedras. Las autoridades virreinales seguían viendo como un peligro la presencia de los rebeldes en esa zona, por lo que enviaron al Teniente Coronel Llorente al mando de las fuerzas provenientes de Perote y de Jalapa. A estos efectivos se les unió la escuadrilla formada en Tampico y desde Veracruz el bergantín Saeta y la goleta Cantabria comandada por el Teniente de Navío Francisco Murias, a quien se le asignó la dirección de las fuerzas navales de Llorente. El 4 de septiembre de 1815 se suscitó un combate naval entre buques de guerra españoles y los corsarios, que llegaban a dicho puerto cargados de armamento y víveres para la insurgencia. El 6 de octubre de 1815, llegó a Boquilla de Piedras el recién nombrado Mariscal de Campo José Álvarez de Toledo con 4 cañones, armas y provisiones para apoyar a Guadalupe Victoria que se encontraba ahí. Con experiencia en las comunicaciones marítimas, Toledo tenía la misión de trasladar a Estados Unidos al Ministro José Manuel de Herrera, con quien partió el 15 de octubre en la goleta Presidente, arribando a Nueva Orleáns el 25 de noviembre del mismo año. El objetivo de esta visita era muy ambicioso, pues resultaba preciso que Herrera lograra establecer negociaciones para conseguir apoyos para los rebeldes, y lograr formar una marina para el corso y el comercio. Ahí se hizo del barco de guerra Fire Brand, perteneciente al gobierno norteamericano y cuyas funciones serían las de transportar las comunicaciones de la insurgencia mexicana a Nueva Orleáns y viceversa. Los rumores de que el gobierno norteamericano apoyaba a los insurgentes eran muy fuertes, se decía que en Nueva York y Baltimore agentes mexicanos se estaban preparando para dar un fuerte golpe a la Nueva España, y para ello se necesitaba establecer un puerto propiamente rebelde en Boquilla de Piedras. De ahí que los realistas, que habían reducido su actividad a la simple vigilancia de la zona, hayan agilizado el cuidado de la costa con la goleta Galga y el San Fernando, uniéndoseles posteriormente el bergantín Saeta, la goleta Proserpina, la balandra Isabel y la goleta Carmen.
PIERDEN BOQUILLA DE PIEDRAS En el penúltimo mes de 1816 se logró arrebatar a los insurgentes Boquilla de Piedras. Al Teniente Coronel de Milicias José Antonio Rincón se le designó la comisión de estudiar la zona en manos de los rebeldes y tomarla. Acompañado de 200 hombres de Infantería y 100 de caballería, además de una lancha con un cañón de a 4 libras con 2 esmeriles por banda, realizó el reconocimiento por tierra y por la orilla del mar. Llegando a la Antigua, Veracruz, el Teniente mandó construir más lanchas y logró fortalecer el volumen de la tropa. El 23 de noviembre de 1816 se acercó a Boquilla de Piedras y dispuso el ataque dividiendo sus fuerzas en tres partes, que situó alrededor del lugar. Al amanecer del día siguiente se ejecutó el asalto, a los rebeldes no les quedó más remedio que huir dejando tras de sí un gran número de pérdidas. De esta manera, el movimiento insurgente perdió la oportunidad de manejar un puerto de la costa del Golfo, muy necesario y de suma importancia para el fortalecimiento de la causa. La pérdida de Nautla y Boquilla de Piedras provocó que el liberal español Francisco Javier Mina cambiara sus planes de arribo a la Nueva España, y en lugar de desembarcar en estos apostaderos lo hiciera en Soto La Marina, Tamaulipas. |
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PATENTES DE CORSO PRO INDEPENDENCIA El corso jugó un papel importante durante el movimiento de independencia. Los insurgentes sabían que resultaba primordial establecer una marina de guerra para combatir al enemigo español, que a su vez se dedicara al corso y comercio. Constituir una armada como tal aún estaba fuera del alcance de los rebeldes porque la agitación del levantamiento no lo permitía, además de que no contaban con los recursos económicos para hacerse de barcos. Sin embargo, respondiendo a esto último y, siendo necesario conseguir víveres, pertrechos e implementos para continuar la causa, el Congreso Constituyente encabezado por José María Morelos y Pavón decretó en la sesión del 3 de julio de 1815, el permiso y las instrucciones para establecer la actividad del corso sólo contra la nación española, a fin de estrechar sus recursos lo que más se pudiera. Para ello se comenzaron a expedir patentes a todos aquellos interesados en armar un corso. José Manuel de Herrera fue nombrado Embajador Plenipotenciario de México en Estados Unidos y, en ese carácter, tuvo la facultad de autorizar patentes en el país del norte. Estos documentos establecían que los comandantes generales de los diferentes intendencias de la Nueva España, los comandantes principales de Marina, oficiales de bajeles del estado, capitanes de navíos mercantes, ministros de marina, capitanes de puerto, bahías, castillos, puestos militares, corregidores, alcaldes ordinarios y pedáneos, tenían la obligación de auxiliar al corsario y permitirle carenar y proveerse de todo lo necesario. Tan de forma masiva comenzó esta actividad que el ministro Herrera durante uno de sus viajes a Estados Unidos llevó 1000 ejemplares en blanco para todos aquellos que solicitaran una patente para armar el corso. Mucho cuidaron los insurgentes de que la actividad de los corsarios no decayera en piratería, estableciendo como una de las reglamentaciones para otorgar las patentes el que se cuidara de que los solicitantes fueran gente conocida. De ahí que quedara establecido un pago (tipo fianza) para asegurar que los corsarios no cayeran en excesos. De la mano del otorgamiento de las patentes de corso también va la necesidad creciente de la insurgencia mexicana de hacerse de una Marina, comisión que José María Liceaga le encargó al corsario irlandés Juan Galván, para que en Nueva Orleáns llevara a cabo las diligencias necesarias para la adquisición de los barcos, además de que le otorgó todo el poder con carácter plenipotenciario para organizar esta Marina sujetándose a la Ordenanza de los Estados Unidos, por considerarla la más adelantada en este arte. Esto muestra lo que podría ser el intento de crear una marina de guerra –lo que constituye un antecedente de nuestra Institución Naval- y mercante dedicada también al corso, destinada a hacer la guerra a los barcos enemigos, y a conseguir de ellos lo más útil para el movimiento; todo esto amparados bajo el pabellón mexicano.
PRIMER EMBLEMA INSURGENTE Si bien es cierto que al iniciar el levantamiento armado de 1810, Hidalgo utilizó la imagen de la Virgen de Guadalupe como estandarte para dar cohesión y representatividad al movimiento, es a su sucesor Morelos a quien se le debe la creación de un primer emblema insurgente, diseñándose las banderas de Guerra, Parlamentaria y de Comercio. En la misma sesión del 3 julio de 1815, el Congreso Constituyente decretó también la creación de dichos emblemas, que fueron enarbolados por los barcos insurgentes. La primera ocasión en que se enarboló el pabellón insurgente fue septiembre de 1816, cuando el corsario irlandés Juan Galván protagonizó el combate naval entre la goleta mexicana El Patriota y la corbeta española La Numantina. Dirigiéndose al puerto de Coatzacoalcos, Ver., la goleta mexicana El Patriota, que iba armada de un cañón de a 18 y otros dos pequeños, llevando un cargamento de armas y municiones para cooperar con el General Manuel Mier y Terán a la toma de aquella plaza, se enfrentó con el buque de guerra español La Numantina, y después de una reñida acción, Juan Galván apresó a la corbeta. A los pocos días, fue interceptado por una escuadra española integrada por una fragata y dos bergantines de guerra. A pesar de las desiguales fuerzas, puesto que El Patriota tenía una tripulación de 75 hombres y se enfrentó con uno de los bergantines equipado con 18 cañones y una tripulación de 150 hombres, haciendo que huyera después de una ensangrentada disputa, y teniendo una baja de sólo 24 hombres. Cabe mencionar que Juan Galván costeó con su propio peculio la incipiente marina de guerra insurgente hasta el año de 1823. |
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EL EMANCIPADOR FRANCISCO JAVIER MINA
Después de la toma de la isla de La Roqueta y del fuerte de San Diego en Acapulco, el movimiento en pro de la Independencia retomado y organizado por Morelos ya estaba en decadencia. 1815 constituyó un año difícil para los rebeldes, porque fueron perseguidos de manera implacable por los regimientos realistas. El 5 de noviembre del mismo año, Morelos fue capturado y, al igual que Hidalgo, fue juzgado y hallado culpable de herejía y traición, para ser fusilado en San Cristóbal Ecatepec el 22 de diciembre de 1815. Tal parecía que la rebelión popular que Hidalgo comenzó estaba llegando a su fin, debido a que algunos jefes rebeldes buscaron llegar a un acuerdo con el Virrey Juan Ruiz de Apodaca para poder obtener la amnistía. De los jefes más importantes de la insurgencia sólo quedaba Guadalupe Victoria en la zona de Veracruz y Vicente Guerrero en las montañas del Guerrero, en el sur del país. Nuevos intentos por darle vida al movimiento se dieron por parte de Francisco Javier Mina, liberal español oriundo de Navarra, combatiente de la invasión francesa y del absolutismo en España. Al ser desterrado de su país, decidió continuar la campaña en contra del absolutismo apoyando a la colonia de la Nueva España en su lucha por la emancipación. Estando en Londres conoció al también exiliado Fray Servando Teresa de Mier, un destacado mexicano promotor del liberalismo que influyó en su pensamiento, por ello decidió iniciar su expedición en la Nueva España. En Inglaterra Mina encontró muchos simpatizantes de la causa independentista, quienes le proporcionaron dinero y armas para apoyar la expedición, como el caso de Lord Holland quien lo contactó con Winfield Scott, un General norteamericano de quien recibió ayuda en Estados Unidos para llevar a cabo la expedición libertaria.[2] En Liverpool abordó la fragata Caledonia, en la que zarpó hacia el continente americano el día 15 de mayo de 1816. Una vez que arribó a Norteamérica por la Bahía de Chesapeak, el navarro pasó a Norflok y después a Baltimore. Ahí inició contacto con algunos partidarios de la independencia, como Dennis Smith, el venezolano Pedro Gual, Miguel Santa María, entre otros; de los que obtuvo más recursos. Sabido de la situación en el Golfo de México y que Boquilla de Piedras era un reducto insurgente, Mina hizo planes de llegar a este apostadero; sin embargo, pronto cambió de parecer al enterarse que el lugar había caído en manos de los realistas, tomando la decisión de llegar a Soto la Marina, Tamaulipas. El Virrey Apodaca recibió el informe del cargamento que traía la fragata Caledonia, consistente en 18 cañones, 2,000 fusiles, 50 barriles de pólvora, además de ropa. Se supo también que Mina había reclutado gente para apoyar el movimiento y que a todos les había conferido algún grado, conformando sus fuerzas con oficiales de España, Italia y Francia. La Caledonia ya había sido negociada para formar parte de la marina que estaban conformando los insurgentes. Se alistaron otros barcos designados también para la expedición del navarro: las goletas Félix Cubana, capitaneada por Bonifacio Revilla; María, al mando del Capitán Stafford; Espartan y Calipso, bajo las órdenes del Capitán Boyle. Mariano Jiménez, comisionado por Hidalgo como Comandante de las Provincias Internas, tenía dominado el camino desde Coahuila hasta Texas; José María González Hermosillo, quien tomó el Rosario, Mazatlán y San Sebastián en Sinaloa; Rafael Iriarte tomó León, Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas y San Luis Potosí, Miguel Sánchez y los hermanos Villagrán en Querétaro y Huichapan –Hidalgo-; Tomás Ortiz y Benedicto López en Toluca –México- y Zitácuaro –Michoacán-; Ávila y Rubalcaba en Cuernavaca; José Antonio Torres –conocido como “El amo”- ocupó Colima, Sayula, Zacoalco –Jalisco- y Guadalajara. Todas ellas con cargamento de pólvora, fusiles, sables y artillería. Una vez tomadas las medidas necesarias para la expedición, el 27 de septiembre de 1816 Mina partió de Baltimore a Puerto Príncipe –Haiti-, punto en donde se reunirían las embarcaciones para la empresa. Enterado que el Comodoro liberal Luis d´Aury se encontraba en Galveston, se dirigió hacia allá para reunirse con él esperando hacerse de su apoyo. Aury comandaba una escuadrilla con barcos de su propiedad, ofreció sus servicios al movimiento insurgente obteniendo así una patente para hacer el corso. En noviembre Mina llegó a la isla de San Luis –en la costa de México- en donde Aury ya había comenzado a construir una fortificación, en la cual el navarro estableció su campamento. En conjunto con el Ministro José Manuel de Herrera, organizó el cuerpo expedicionario para las costas mexicanas. El ejército con el que contaba estaba conformado por aproximadamente 300 hombres entre marineros, operarios y criados, con los que partió de Galveston el 6 de abril de 1817 con la flota compuesta por los bergantines Cleopatra y Neptuno, dos bergantines más que Luis D´Aury había capturado, el buque mercante Elena Tooker y un buque pequeño. El 15 de abril de 1817 Mina desembarcó en Soto la Marina. Los realistas ni siquiera se imaginaban que llegaría a ese lugar, ya que estaban convencidos de que la intención de este cuerpo expedicionario era llegar a Boquilla de Piedras. Es por ello que el desembarco se verificó sin ninguna novedad importante. |
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FRENA APODACA AVANCE DE MINA El Virrey Apodaca, una vez enterado de la llegada de Mina, comenzó a girar órdenes para impedir que el navarro avanzara hacia el interior del país. Al General Joaquín de Arredondo le encomendó el envío desde Veracruz de los buques armados existentes para combatir a Mina, entre los que se encontraba la fragata de guerra Sabina. A esta última embarcación, en la que venía el Mariscal de Campo Pascual Liñán, se le unieron las goletas Proserpina y Belona. Al llegar a Soto la Marina se verificó un enfrentamiento en el que la Elena Tooker huyó y fue perseguida en vano por la Belona y la Proserpina, se perdió la Cleopatra al ser cañoneada por Francisco de Beranger, Brigadier de la Real Armada, comandando a la Sabina. El Neptuno, por otro lado, quedó inutilizable al ser fuertemente afectado por el mismo mar. El 24 de mayo Mina dejó Soto la Marina, dirigiendo a un grueso contingente para avanzar al interior de la Nueva España, a fin de entrar contacto con los liberales. Ya había noticias de que se acercaban las numerosas fuerzas realistas al mando de Arredondo, lo que hizo que algunos oficiales de la expedición –el Coronel Perry y el Mayor Gordon-, desistieran de la idea de combatir e intentaran huir hacia Matagorda. En el camino fueron interceptados y capturados por tropas españolas. Una vez que las milicias de Arredondo llegaron a Soto la Marina, el 11 de junio de 1817 realizaron un ataque al fuerte que se prolongó hasta el día 14 y al día siguiente la fuerzas insurgentes tuvieron que rendirse. Tras esta capitulación, Fray Servando Teresa de Mier, que también estaba en el fuerte, fue encarcelado y sometido a los más graves maltratos. Ahí terminó la participación naval del movimiento de Francisco Javier Mina. Al adentrarse al interior de la Nueva España intentó conciliar con los realistas y los insurgentes, haciendo que su actitud resultara sospechosa para ambos bandos. En un intento de revivir el movimiento, el navarro enarboló la Constitución de Cádiz. Su viaje lo continuó hacia el Bajío y Zacatecas para contactar con otros jefes insurgentes y, aunque tuvo algunas victorias importantes, pronto fue aprehendido por el ejército realista. El 27 de octubre fue hecho preso en el rancho El Venadito, y juzgado y fusilado como traidor el 11 de noviembre de 1817.
SE CONSUMA LA INDEPENDENCIA
La expedición de Mina se convirtió en la última acción importante de la insurrección popular, ya que después de su muerte el movimiento independentista perdió totalmente el rumbo. Eran pocas las cabezas rebeldes que continuaban su lucha en algunos puntos de la Nueva España, como el caso de Vicente Guerrero, que mantuvo vivo el movimiento insurgente en el actual estado de Guerrero. El Virrey Apodaca continuaba vigilando el litoral del Pacífico porque había alerta por la posible llegada de una escuadra chilena para auxiliar el movimiento independentista. Tras diez años de levantamiento armado, en 1820 las autoridades virreinales acordaron tomar medidas de acción para sofocar por completo la tan prolongada lucha. Se nombró al Coronel realista Agustín de Iturbide como Comandante General del Sur, con la consigna de acabar con las fuerzas de Guerrero. Lo sucedido fue que a finales de 1820 y principios de 1821, los regimientos de Iturbide fueron derrotadas en varias ocasiones por los contingentes sureños. Estas derrotas hicieron que el realista criollo en lugar de seguir combatiendo, comprendiera que lo más viable era la negociación. Inició comunicaciones con Guerrero, con el que logró negociar cerrando el pacto con el ya famoso Abrazo de Acatempan, que tuvo lugar en la población del mismo nombre, en el municipio de Teloloapan, Guerrero. A partir de ello, Iturbide se dispuso a elaborar un plan –nombrado de Iguala- en el que se conciliaron los intereses de todos los grupos en pugna. Este plan encontró un gran número de adeptos y, aunque el Virrey Apodaca hizo todo lo posible para combatir a Iturbide, ya no tenía el apoyo para enfrentar a los contingentes armados que defendían la independencia. En Veracruz ya se encontraban fondeando algunos buques de guerra ingleses simpatizantes del movimiento emancipador. Además, Iturbide había mandado armar lanchas cañoneras en el puerto jarocho porque ahí se habían apostado los españoles, convirtiéndolo en el último bastión que dominaron. Poco a poco algunas provincias de la Nueva España reconocieron y juraron la independencia, como el caso de San Blas, Nayarit, en donde el 26 de julio de 1821 el Teniente de Navío Gonzalo de Ulloa juró la independencia junto con la maestranza y la marinería del puerto. Apodaca entonces fue sustituido por el General realista Francisco Novella, en espera de que llegara de la península el nuevo virrey. Las deserciones del bando realista fueron mayores cada día. Ya se estaba haciendo muy común que al cuartel de Iturbide llegaran nuevos simpatizantes de la causa independentista, a los que el futuro Emperador les otorgó nombramientos dentro del incipiente gobierno que trataba de conformar: El Brigadier Melchor Álvarez fue nombrado Jefe del Estado Mayor, los Tenientes Coroneles Joaquín Parres y Juan Davis Bradburn[3] recibieron el cargo de Primeros Ayudantes, Ramón Parres como Ayudante Mayor, los Condes de Regla y del Peñasco, el Marqués de Salvatierra y el Capitán de Fragata chileno Eugenio Cortés[4] se convirtieron en los ayudantes personales del futuro Emperador. A todos ellos más adelante se les deberá la formación de nuestra Armada Nacional. Juan de O´Donojú llegó a la Nueva España en calidad de Capitán General –erróneamente considerado el último virrey de la Nueva España- para poner fin al movimiento insurgente, y así lo hizo. Trató de sofocar por la fuerza la insurrección, pero pronto se dio cuenta que era mejor la negociación, porque ya no podía hacer nada frente a Iturbide, quien había logrado reunir un ejército cuantioso. El Virrey accedió a reconocer el Plan de Iguala firmando con Iturbide los Tratados de Córdoba el 24 de agosto de 1821. Las fuerzas insurgentes se impusieron sobre las realistas y el 27 de septiembre de 1821, el ejército de las Tres Garantías encabezado por Iturbide y Guerrero -con un contingente de aproximadamente 16,000 hombres de las tres armas- entró triunfalmente en la Ciudad de México. Al día siguiente la Independencia era proclamada. Factor fundamental para la cristalización de los ideales emancipadores fueron los combates en los principales apostaderos de la Nueva España. El control de ellos permitió interrumpir las comunicaciones de la Ciudad de México -centro económico, político y social de la Nueva España-, con los litorales por donde ingresaba grandes caudales económicos. La experiencia en cuestiones navales adquiridas por los protagonistas del movimiento independentista, ya fueran insurgentes o realistas, dio pie a la formación de una Marina de Guerra propia del naciente México, que contó no sólo con la cultura en cuestiones navales que dejaron los españoles, sino también con la experiencia de muchos extranjeros que apoyaron los ideales independentistas del país. |
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FUENTES
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Archivos
Archivo General de la Nación Archivo de Cancelados de la Secretaría de la Defensa Nacional
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Este artículo se publicó en la revista militar "LEALTAD" Año 01 No.04, 18-26.Pp
Nota: El presente artículo puede variar al publicado en virtud de que el editor se reserva el derecho de modificarlo conforme a la disponibilidad del espacio. |
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* Egresada de la Licenciatura en Historia del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía Y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), y de la Maestría en Historia por el Instituto de Estudios Históricos de la misma universidad. Ha publicado diversos artículos en el campo de la Historia Cultural y sobre la historia de la Armada de México. [1] Ex Oficial de la Marina española a quien los rebeldes le confirieron la comisión de Marina del movimiento independentista y el mando insurgente de las provincias internas del Oriente de la Nueva España en sustitución de Bernardo Gutiérrez. [2] Irónicamente años después, durante la Primera Intervención Norteamericana (1846-1848), el General Scott comandó las fuerzas yanquis que ocuparon Veracruz. [3] Juan Davis Bradburn desde el año de 1812 abrazó la causa independentista al mando del General José Álvarez de Toledo, recibió el empleo de Capitán de Infantería en 1813 y en 1815 el de Teniente Coronel otorgado por Guadalupe Victoria. Estuvo también en las fuerzas de Francisco Javier Mina, quien le otorgó el “coronelato” gracias a las acciones de combate en Peotillos, en donde resultó gravemente herido del cuello. A él se le puede considerar como el Padre de la Infantería de Marina, llegando a alcanzar el grado de General de Brigada en el Ejército Nacional. [4] Una vez consumada la Independencia de México, Eugenio Cortés y Azúa se convirtió en asesor de asuntos navales de Agustín de Iturbide, y por ello fue comisionado para viajar a Estados Unidos a adquirir embarcaciones para formar una escuadrilla naval que fortaleciera a la naciente Armada mexicana, y al mismo tiempo hiciera frente de las fuerzas españolas que habían tomado San Juan de Ulúa y que se resistían a reconocer la Independencia de México.
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