Banderas Insurgentes
Si bien es cierto que al iniciar el levantamiento armado de 1810, Hidalgo utilizó la imagen de la Virgen de Guadalupe como estandarte para dar cohesión y representatividad al movimiento, es a su sucesor Morelos a quien se le debe la creación de un primer emblema insurgente, ya que gracias a su iniciativa se diseñaron las banderas de Guerra, Parlamentaria y de Comercio. Mediante sesión del Congreso Constituyente en Puruarán – Michoacán- del 3 de julio de 1815, esta iniciativa fue aprobada a través de un decreto, designándose las características que debían presentar dichos emblemas:
Bandera nacional de guerra. Un paño de longitud y latitud usadas por las demás naciones, que presente un tablero de cuadros blancos y azul celeste. Se colocarán en el centro y dentro de un óvalo blanco en campo de plata, las armas establecidas y delineadas para el gran sello de la nación es decreto de las misma fecha, sin alteración ni mudanza alguna; y guarnecerá toda la extremidad del paño que forma la bandera una orla encarnada de seis pulgadas de ancho.
Bandera parlamentaria. Un paño blanco de las mismas medidas que el antecedente, guarnecido por la extremidad con una orla azul celeste de seis pulgadas de ancho y un ramo de oliva al través de una espada colocada en el centro, unidos ambos por el punto del contacto con una corona de laurel.
Bandera de comercio. Un paño azul celeste de las dimensiones anteriores, Orlando de blanco, de seis pulgadas de latitud, y colocada en el centro una cruz blanca. Los gallardetes de los mismos colores que las banderas.
Escudo de Armas. En un escudo de campo de plata se colocará un águila en pie con una culebra en el pico, y descansando sobre un nopal cargado de fruto, cuyo tronco está fijado en el centro de una laguna.[1]
El 14 de julio de 1815, se refrendó este decreto con las firmas de José María Morelos y Pavón, José María Liceaga y Remigio Yarza. A partir de este momento, estas banderas fueron enarboladas por las embarcaciones insurgentes mexicanas.
Juan Galván, El Patriota y La Numantina En 1816 al irlandés Juan Galván, corsario que abrazando la causa independentista protagonizó el primer combate naval en el que se enarboló el emblema insurgente, tras el enfrentamiento entre la goleta mexicana El Patriota y la corbeta española La Numantina.[2] Es el mismo Juan Galván quien relató los acontecimientos sucedidos en este enfrentamiento. El 23 de abril de 1823 dirigió a las autoridades un escrito exponiendo su trayectoria en apoyo a la insurgencia y solicitando ser admitido en el servicio de la Marina mexicana.
En dicho documento Galván se presentó y expuso la manera en que se unió al movimiento independentista:
En el mes de marzo ó abril de 1813 el general d. José Álvarez de Toledo, natural de la Habana y diputado a Cortes en España por aquel puerto arribó en Filadelfia, y habiendo recibido informes de mis conocimientos en la táctica naval adquiridos en el servicio de la marina de los Estados Unidos durante algunos años y del buen concepto que generalmente gozaba en aquella ciudad; después de haberme comunicado dicho general la comisión que tenía de la Diputación Mexicana en las Cortes Españolas, autorizándolo para levantar una fuerza competente y adoptar todas las medidas que juzgase necesarias para efectuara una revolución en las Provincias Internas de Oriente para favorecer la causa de la Nación Mexicana, me pidió que le auxiliase en cuanto pudiese para promover el grande objeto de su comisión.[3]
Es así como Juan Galván ingresó a las filas insurgentes, poniéndose al servicio del gobierno de Morelos, y aportando los fondos que estaban a su alcance y recibiendo en mayo de 1813 el grado de Teniente Coronel, en espera de formar una fuerza marítima a la cual comandar. El irlandés tenía mucha habilidad para conseguir fondos y adeptos a la causa, sin embargo estos no eran suficientes, lo que hacía necesario continuar la labor de difusión de los ideales de la causa en las ciudades de Filadelfia, Nueva Orleáns, Galveston etc. En otra parte de su relato se muestran claramente las relaciones entre los insurgentes y el extranjero:
Pasé después de Nueva Orleáns en donde uniéndome con los amigos de la causa en aquella ciudad, se resolvió abrir comunicación por mar con los jefes patriotas de México y con el Congreso establecido en Chilpancingo, y en consecuencia inmediatamente después de la batalla con los ingleses cerca de N. Orleáns, a la cual asistí como voluntario, se compró y equipó un buque, cuyo mando se me confirió, y procedí a poner en ejecución este interesante objeto, y obtuve un premio especial del general Jackson, comandante americano en N. Orleáns en aquella época, para hacer vela hacia la costa americana, lo que verifiqué encargado de la comisión referida, y con autoridad para ofrecer al Congreso los servicios de varios oficiales muy recomendables, y de otros amigos de la causa existentes entonces en aquella ciudad.[4]
Sobre su llegada a Boquilla de Piedras y el establecimiento de una comunicación formal con Nueva Orleáns, Galván comentó lo siguiente:
En marzo de 1815 efectué un desembarco en Boquilla de Piedras, y penetré hasta el cuartel general del general Victoria en el pueblo de Acazónica, y de allí al del general Rosains en Tehuacán, de donde remití mis despachos al Congreso, cuyo resultado fue el nombramiento de d. José Manuel Herrera para ministro de los Estados Unidos, y el establecimiento de una franca comunicación con N. Orleáns, asunto que se consideraba de tanta importancia entonces, que recibí las gracias del Congreso, comunicadas en un oficio de aquel ilustre y memorable patriota el general Morelos.[5]
En este oficio también se le comunicaron las instrucciones del General José María Liceaga, nombrándolo Comandante en Jefe de la fuerza marítima mexicana, con carácter plenipotenciario para comprar, equipar y organizar buques que la armada insurgente necesitaba.
El Teniente Coronel Galván también narró lo sucedido en el combate en el puerto de Coatzacoalcos entre El Patriota y La Numantina:
En el acto de ir al puerto de Goazacoalco en la goleta mexicana El Patriota, armada de un cañón de a 18 y dos pequeños, con un cargamento de armas y municiones para cooperar con el general Terán a la toma de aquella plaza, empeñé un combate con el buque de guerra español La Numantina, y después de una acción reñida, siendo la primera que se verificó bajo las banderas mexicanas, lo apresé y pocos días después, saliéndome al encuentro una escuadra española compuesta de una fragata y dos bergantines de guerra, me vi en la necesidad de echar todos mis papeles, pero El Patriota empeñó otra acción con uno de los bergantines, que tenía 18 cañones y una tripulación de 150 hombres, que después de la ensangrentada disputa, se vio precisada a huir, colmando de gloria a nuestra corta tripulación que consistiendo en 75 hombres sufrió una pérdida de 24 entre muertos y heridos, como consta en mis cartas al ministro Herrera sobre el particular.[6]
Tras este heroico combate la suerte de El Patriota cambió, coincidiendo con la llegada de Francisco Javier Mina a Galveston:
Por el mismo se supo que el general Mina había desembarcado en Galveston, y con esta noticia un nuevo rayo de esperanza reanimó a los amigos de la causa en N. Orleáns; en consecuencia, resolvimos reparar al Patriota, teniendo aún a bordo el cargamento destinado para el general Terán, y mandarla en auxilio a Mina, lo que se verificó, tomando yo el mando de la goleta. Al llegar a Galveston encontramos que en la Barra no había suficiente profundidad de agua para permitir que el buque pasase, y parte del cargamento se sacó para entregarlo al general Mina, de cuya entrega tengo en mi poder un recibo suyo: aligerado el buque con haber sacado esa parte del cargamento, el piloto fue de opinión que podía con seguridad entrar en el puerto; se intentó en efecto hacer un esfuerzo y por la ignorancia o descuido de aquel, el buque desgraciadamente pegó en la Barra y se perdió totalmente con todo el cargamento que aún quedaba a bordo.[7]
El relato que hace Galván en este documento resulta por demás interesante, porque evidencia esa comunicación y tratos que hay con el exterior vía marítima, y del reconocimiento que ya se tenía sobre las autoridades insurgentes, reconocimiento que se fortaleció gracias al uso de emblema representativo en las embarcaciones, como lo fue el caso de El Patriota.
Las patentes de corso El corso jugó un papel importante durante el movimiento de independencia. Los insurgentes sabían que resultaba primordial establecer una marina de guerra para combatir al enemigo español, y que a su vez se dedicara al corso y comercio. Constituir una armada como tal aún estaba fuera del alcance de los rebeldes, no porque no tuvieran la capacidad de hacerlo, sino porque la agitación del levantamiento no lo permitía, además de que no contaban con los recursos económicos para hacerse de barcos. Sin embargo, respondiendo a esto último y, siendo necesario conseguir víveres, pertrechos e implementos para continuar la causa, el Congreso Constituyente encabezado por Morelos en la misma sesión del 3 de julio de 1815 decretó el permiso y las instrucciones para establecer la actividad del corso.
Tal decreto dictaba lo siguiente:
El Supremo Congreso Mexicano, empeñado en sostener la independencia de la Nación, sin perdonar medio alguno que conduzca a tan interesante fin, para el que es necesario estrechar al enemigo cortándole todos los arbitrios y recursos que pueda tener, tanto por tierra como por mar, ha decretado se abra el corso, ya para los naturales, ya para los extranjeros, contra la nación española, bajo las condiciones siguientes:
1º Todo aquel que quiera armar un corso, deberá ocurrir por su respectiva patente al Supremo Gobierno, o a quien éste comisionare.
2º Los corsarios podrán expender las presas que hicieren al enemigo, donde mejor les parezca, no pagando por ahora más pensión que el cuatro por ciento.
Por último, mientras se fijan las reglas que deben observarse en la materia, y en el entretanto se establecen las Juntas de Marina, será a cargo del comandante del territorio o puerto en donde fondeare el corsario, condenar las referidas presas.[8]
El 14 de julio de 1815 se publicó este decreto e inmediatamente las patentes de corso comenzaron a ser solicitadas y a circular. José Manuel de Herrera fue nombrado embajador plenipotenciario para Estados Unidos, y en ese carácter tuvo la facultad de autorizar un gran número de patentes de corso en el país del norte. Tal es el caso de la patente que se otorga a José Sauvinet para armar su goleta Hidalgo, dos días después de publicada la ley. El permiso autorizaba a la goleta para ser armada con una tripulación de 50 hombres, 40 fusiles y un cañón de a 12 libras, y debía ser comandada por el Capitán Adriano Graval, a quien se le otorgaron todas las facilidades para no tener obstáculos en su actividad.[9] Además, la patente establecía que los comandantes generales de los diferentes intendencias de la Nueva España, los comandantes principales de marina, oficiales de bajeles del estado, capitanes de navíos mercantes, ministros de marina, capitanes de puerto, bahías, castillos, puestos militares, corregidores, alcaldes ordinarios y pedáneos, tenían la obligación de auxiliar al corsario y permitirle carenar y proveerse de todo lo necesario.
Tan de forma masiva comenzó esta actividad que el ministro Herrera durante uno de sus viajes a Estados Unidos llevó 1000 ejemplares en blanco para todos aquellos que solicitaran una patente para armar el corso.[10] Mucho cuidaron los insurgentes de que la actividad de los corsarios no decayera en piratería, estableciendo como una de las reglamentaciones para otorgar las patentes el que se cuidara de que los solicitantes fueran gente conocida.[11] De ahí que quedara establecido un pago (tipo fianza) para asegurar que los corsarios no cayeran en excesos. En el caso de Sauvinet por ejemplo, éste pagó una fianza de 5000 pesos para asegurar su buena conducta.[12]
De la mano del otorgamiento de las patentes de corso también va la necesidad creciente de la insurgencia mexicana de hacerse de una Marina, comisión que José María Liceaga le encargó a Juan Galván para que en Nueva Orleáns llevara a cabo las diligencias necesarias para la adquisición de los barcos, además de que le otorgó todo el poder para organizar esta Marina bajo las siguientes instrucciones:
Estas disposiciones muestran lo que podría ser el intento de crear una marina de guerra y mercante dedicada también al corso, destinada a hacer la guerra a los barcos enemigos, y a conseguir de ellos lo más útil para el movimiento; todo esto amparados bajo el pabellón mexicano. [1] Facsímil No. 12 Banderas de la América Mexicana, aportación del profesor Vicente Martín Hernández, en Enrique Cárdenas de la Peña, Historia Marítima de México. Guerra de Independencia 1810-1821, Vol. 1A., México, Lito Ediciones Olimpia, 1973, 328 p. [2] Arturo López de Nava, op. cit., p. 14. Juan de Dios Bonilla plantea que este enfrentamiento se lleva a cabo en septiembre de 1816, op. cit., p. 195. [3] Exposición de Juan Galván, 23 de abril de 1823, Expediente XI/III/3-648, fs. 3 y 4, Archivo de Cancelados de la Secretaría de la Defensa Nacional. [4] Ídem, f. 5. [5] Ídem, fs. 5 y 6. [6] Ídem, fs. 6 y 7. [7] Ídem, fs. 8 y 9. [8] Ernesto Lemoine Villicaña, Morelos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1965, pp. 561-562. [9] Historia 96, Expediente 11, Archivo General de la Nación. [10] Enrique Cárdenas de la Peña, Historia Marítima de México. Guerra de Independencia 1810-1821, Vol. 1, p. 215. [11] Álvarez de Toledo al Supremo Gobierno Mexicano, Nueva Orleáns, 25 de noviembre de 1815, Historia, Notas Diplomáticas I, fs. 106-107, Archivo General de la Nación. [12] Historia 96, Expediente 11, Archivo General de la Nación. [13] José Ma. Liceaga, capitán general de los Ejércitos de la República y presidente del Supremo Gobierno Mexicano, Huatusco, 25 de enero de 1816, aportación del profesor Vicente Martín Hernández, en Enrique Cárdenas de la Peña, Historia Marítima de México. Guerra de Independencia 1810-1821, Vol. 1, pp. 216-217. |