Así como el Pacífico tuvo siempre el interés de los insurgentes para lograr su control, el Golfo de México correrá con la misma suerte. Los independentistas sabían muy bien la importancia que tenía el dominar los litorales de la Nueva España, como lo expresó el insurgente Simón Tadeo Ortiz desde Nueva Orleáns, al plantear la necesidad de contar con un puerto estable, con un puerto de fijo para el movimiento de la insurgencia.[1] Ortiz se había convertido en un hombre de confianza para los independentistas. Fue acreditado por Ignacio López Rayón y por José María Morelos y Pavón, para que desde el extranjero consiguiera créditos para la república y formara una expedición naval armada en corso.
En el litoral del Pacífico las acciones ya se habían dado, primero en San Blas de Nayarit que poco tiempo estuvo al mando de los rebeldes y después en Acapulco, puerto de suma importancia por su actividad comercial y marítima a través del Galeón de Manila. El turno tocaba ahora al litoral del Golfo de México, específicamente a Veracruz, lugar que desde 1812 había cobijado la germinación del movimiento rebelde encabezado por Antonio Merino, Manuel Serapio Calvo, Pablo Melgarejo, Francisco Montoya, Juan García, entre otros. Esta parte del Golfo resultó estratégica, porque además de que constituía el punto de comunicación entre la metrópoli española y la Ciudad de México, también era un sitio desde el cual se podía tener contacto con relativa facilidad hacia Baltimore, Nueva Orleáns y Galveston en Estados Unidos, pudiendo el movimiento independentista enviar un plenipotenciario para conseguir armas y pertrechos, además de armar en corso algunos buques para apoyar la causa.[2]
Al celebrarse el Congreso de Chilpancingo, órgano supremo del movimiento de Morelos, el mayor alcance que se tuvo fue la declaración formal de la independencia de México, además de convenir que entre las acciones para lograr este fin era el establecimiento de una Marina no sólo para el comercio, sino también para el corso. Además de la urgente presencia de algunos Comandantes y Oficiales para reorganizar y dirigir la tropa que estaba levantada en armas apoyando a la causa. Cabe señalar que en Estados Unidos se logró el apoyo de muchos adeptos a la independencia de la Nueva España, tal es el caso de Juan Davis Bradburn,[3] quien en el año de 1812 abrazó la causa insurgente a las órdenes del General José Álvarez de Toledo, recibiendo el empleo de Capitán de Infantería en 1813 y en 1815 el de Teniente Coronel otorgado por Guadalupe Victoria.
Las fuerzas entonces se dirigieron hacia los puertos del Golfo de México. A partir de 1814 la insurgencia ocupó algunos puertos desde Veracruz hasta Tampico:
…en la de barlovento desde este puerto a Tampico, está en poder de los insurgentes toda la que media desde el tiro de cañón de la gran plaza hasta las cercanías de Tuxpan; el mismo Tuxpan amenazado y en gran riesgo; en dicha extensión de muchas leguas insurgentada se cuentas las barras de la Antigua, Tecolutla y Nautla, artilladas, y las dos últimas con barcos armados por la canalla; por sotavento tienen desde Veracruz a Acayucan todo el país de la marina e interior desde el tiro de cañón de la plaza hasta las orillas de Alvarado, y desde el río de San Juan, paso para el mismo Acayucan hasta muchas leguas y pueblos más hacia Tabasco, inclusa la interesante barra y batería de Goazacoalcos que tiene montados 9 cañones de a 18 sin que en todo este terreno y costas tengamos otros pueblos libres, que por barlovento Tuxpan y Tampico, pues aunque hoy por la estada aquí de las tropas del convoy de papel no se atreven los bandidos a ejecutar sus incursiones en distancias de poco más de una legua de la plaza, lo harán desde que mañana salga; y por sotavento Alvarado, Tlacotalpan, San Andrés y Santiago Tuxtla, debida la conservación de estos pueblos y la recuperación de Cozamaluapan y Amatlán a la gran actividad, acierto y conocimiento del teniente de fragata don Juan Topete, comandante de la goleta Carmen…[4]
Nautla
Pedro Elías Bean Como puede observarse, los insurgentes extendieron su movimiento sobre toda la costa del Golfo de México, sin embargo su debilidad al no contar con una marina y una fuerza naval los hizo ir perdiendo los puntos que ya se habían ganado. La mayor resistencia rebelde se centró al norte de Veracruz, siendo los dos principales Nautla y Boquilla de Piedras. En Nautla, los insurgentes tuvieron contacto con embarcaciones de corsarios, que como ya se ha dicho, provenían de Nueva Orleáns. El 19 de junio de 1814 fue avistada una embarcación por el corsario Pedro Elías Bean, de la que dos días después el fraile franciscano José Antonio Pedrosa informó al jefe insurgente Ignacio López Rayón. Se trataba de la goleta angloamericana llamada el Tigre capitaneada por el francés Dominique You. El Tigre, que pertenecía a la famosa banda de corsarios Lafitte, contaba con una tripulación de 125 hombres, traía entre su cargamento 3000 arrobas de pólvora y le acompañaban las fragatas Dorada, Filantro y Surprise,[5] comandadas por los Capitanes Lansing, Calivot y Mark, respectivamente.
En la goleta el Tigre venía también el General Humbert, a quien contactó el secretario de Morelos, Juan Nepomuceno Rosains, a través de Juan Pablo Anaya. Entraron en negociaciones y con su compañía penetró en el país. El 18 de julio de 1814, en un discurso dado en el cuartel general ubicado en Zacatlán –Puebla-, Ignacio López Rayón confirmó la ayuda que se estaba recibiendo por parte de Estados Unidos:
Conciudadanos: El Cielo compadecido de nuestras lágrimas, nos ha dado por fin una mirada consoladora; al tiempo que el orgullo de los tiranos exaltando con sus frecuentes victorias, tronaba por nuestro país amenazando ruina y desolación, se presenta en nuestra Costa una Armada que viene á favorecernos: nuestros generosos vecinos, sí, conciudadanos, nuestros generosos vecinos del Norte, altamente convencidos de la justicia de nuestra lucha, no han podido desentenderse de los esfuerzos y constancia con que cuatro años há, la hemos mantenido vigorosos; y como palpan cada día los bienes inapreciables de la libertad, no quieren paz con la Europa hasta afianzar la independencia de nuestro Continente.
Con tan gloriosa mira, arribó el 19 de Junio á la Barra de Nautla la embarcación Tigre, cuyo Capitán Mr. Dominik condujo en ella al Plenipotenciario Embert, General de aquellos ejércitos. No se compone el cargamento de este buque de paños, lienzos, ni dixes que estraygan nuestras riquezas, para dar pávulo a la ambición y codicia europea.
El barco Tigre ha trasportado tres mil arrobas de pólvora, y los importantísimos pliegos, confederación con unas Provincias que son la envidia de las demás naciones.
Tras este bergantín tenemos á la vista las fragatas Dorada, su Capitán Mr. Lansiga, y Filantro, su Capitan Mr. Calivrot, el Saupris, Capitán Mr. March, y otras embarcaciones que siguieron después, todas cargadas de guerreros, armas y de municiones.
Las primeras tentativas han sido tan felices como importantes; á los dos días del afortunado arribo de nuestros aliados, se dio presa a tres embarcaciones de Veracruz y Teypan, que conducían víveres, especiería, y otros efectos de valor considerable. Tributad Conciudadanos las debidas gracias al Señor de las misericordias por la clemente dignación con que atiende ya á salvar la opresión de nuestro afligido Pueblo, y acabad de conocer la insidiosa conducta de estos monstruos que nos han tiranizado cuando publican con algazara la restitución de Fernando Séptimo á su Trono, para alarmarnos por medio de este engaño contra los designios liberales del Supremos Gobierno de los Estados-Unidos.
Cuartel general en Zacatlán, julio 18 de 1814.- Lic. Ignacio Rayón.[6] Poco tiempo duró la estancia de Humbert en territorio mexicano, pues al enterarse de los constantes enfrentamientos entre insurgentes y realistas (como el de San Hipólito, en el que Rosains fue derrotado), decidió regresar a Nueva Orleans, llevándose consigo el armamento que traía para los insurgentes, el dinero recibido, al mismo Anaya y a Pedrosa. Este hecho hizo que Rayón comunicara a Morelos el hurto del que habían sido objeto.[7]
La llegada de estos barcos extranjeros alentaban las ilusiones de los insurgentes con respecto a la ayuda que del exterior pudieran recibir. En temas anteriores ya se ha tratado cómo José María Morelos y Pavón negoció con cuanta embarcación mercante fondeaba los mares mexicanos. Los insurgentes, esperanzados en fortalecer su causa, se confiaban de los comandantes de estos buques, a quienes les entregaban dinero para conseguir a cambio armas y pertrechos, y en algunas ocasiones terminaban siendo timados. De cualquier manera, los corsarios fueron de suma importancia para el movimiento independentista. Para el caso de Nautla y Boquilla de Piedras los hermanos Juan y Pedro Lafitte tuvieron una participación relevante, así como Pedro Elías Bean, Juan Galván y Luis d´Aury; de los cuales se tratará más adelante.
Nautla se situó como centro insurgente en la costa del Golfo y, enterado el gobierno virreinal de que agentes de los rebeldes se encontraban en Estados Unidos incitando para conseguir apoyos, ordenó la ocupación de la barra de Nautla. El Comandante del Rey, Manuel González de la Vega, en su calidad de marino, recibió el encargo de llevar a cabo las diligencias necesarias para apoderarse del apostadero. La toma realista se dió por tierra y por mar entre el 21 de noviembre y el 2 de diciembre de 1814.
Con cuatro piraguas que cargaban 54 hombres comandados por el Teniente Pedro Blasco y con 40 infantes dirigidos por el Teniente de Patriotas Juan Vidal, de manera simultánea se atacó la Barra de Nautla el 1º de diciembre, después de venirse preparando la estrategia desde el día 21 de noviembre de 1814:
…el 21, listas 4 piraguas dotadas con la matrícula de este pueblo [se refiere al pueblo de Huexutla], al mando del subteniente de patriotas d. Juan Navero, verifiqué mi marcha hasta la barra de Cazones, pero las piraguas por la mucha mar no pudieron salir de la de Tuxpan. Este accidente me detuvo en el referido Cazones hasta el 23, que las vi atravesar a Tecolutla, y el 24 hice salir toda la tropa a reunirse en la que ya se hallaba en aquel punto […] El 25 tuve el gusto de estar en Tecoluta con toda la expedición de mar y tierra reunida, inclusos 24 indios zapadores que saqué de este pueblo, y 30 de Papantla, con 20 escopeteros del mismo. En esta situación sopló un norte que duró hasta el 29, en cuyo tiempo me ocupé en hacer en la barra un cuartel con su trinchera, para dejar un destacamento, y expedicioné diariamente […] En tales circunstancias, ya el viento a la brisa y la barra regular, marché el 30 a Nautla, pero no habiendo podido salir las piraguas por la mucha mar, me quedé este día a medio camino, en el paraje llamado la Aguada, y el 1º [diciembre] que se me presentaron estos buques frente al campo a las 7 de la mañana, emprendí mi marcha a la barra. Había enviado al amanecer de este día una partida de 40 infantes a las órdenes del teniente de patriotas d. Juan Vidal, para que buscase algún rancho en las inmediaciones de la barra, donde hacer un prisionero para adquirir algunas noticias. Con efecto me trajo uno sobre mi marcha, quien me dijo que había llegado de la Antigua en aquellos días un cabecilla llamado el chino Claudio con 100 hombres de caballería y que en el pueblo había de fuerza además de los vecinos, la matrícula de la ribera de Tuxpan, la de la barra de Tecoluta, con muchos soldados de la 6ª. Compañía, y que tenían 2 cañones, uno de grueso calibre que era del corsario, otros de a 4 y una culebrina en la barra, donde había una buena trinchera. Con estas noticias hice varar las piraguas en la costa, a legua y media de la barra, y esperé la hora a que debían salir, calculando que desembarcasen tropa en la otra costa ya de noche, para que batiesen a los enemigos por la espalda, ínterin venían las piraguas y nos pasaban a nosotros […]
El plan salió a medida del deseo, la mar estaba picada, la tarde fosca y los horizontes cerrados, y cuando anocheció que ya íbamos caminando no nos veíamos unos a otros, pero ya las piraguas iban con 54 hombres a las órdenes del teniente d. Pedro Blasco y el de patriotas Juan Vidal a verificar el desembarco. Yo a la cabeza del resto de la columna continué por tierra hasta la misma barra, donde ordené el mayor silencio de hallarnos a tiro de pistola de la trinchera y del cañón, por ser este río muy angosto. Serían las siete cuando entraron las piraguas, llegando a donde estábamos llenas de agua y arrojadas por los repetidos golpes del mar. El comandante de ellas Navero y su tripulación trabajaron con la mayor serenidad y del modo más heroico. Respuestas de sus inundaciones comenzaron a pasar gente, al tiempo que la tropa que desembarcó en la contracosta empezó su tiroteo. Los enemigos que se vieron atacados por donde no esperaban, huyeron hacia la trinchera, pero viendo que nosotros estábamos ya pasando se tiraron al agua con armas y todo, habiendo verificado el paso y ocupado la trinchera sin más desgracia que un soldado de la primera compañía de Tamiahua, a quien hirieron gravemente y murió al día siguiente. Serían las diez de la noche cuando todo estaba dentro de la trinchera, y los enemigos desde una isla que tiene el río en el centro tiraban algunos tiros a nuestras avanzadas, pero se les contestaba y huían. Aunque en mi plan entraba seguir inmediatamente al pueblo, noté que la tropa estaba muy cansada y por esto era imposible, pues había que andar dos leguas, lo que me movió a diferirlo para el siguiente. El 2 de cuando iba a marchar se me presentaron en la playa como 30 ó 40 de caballería, que se vinieron sobre la avanzada, y además una piragua armada por el río que empezó a hacer sus ridículas demostraciones. Al momento ordené que el comandante de las piraguas con dos dotadas de tropa saliera a perseguirlos, sin empeñarse por las emboscadas que pudieran tener en el río, y al mismo tiempo di orden que se abocase la culebrina tomada hacia este punto. En el momento que las piraguas salieron fugó la enemiga, y la caballería vendo que sólo dos centinelas de la avanzada los esperaban a rostro sereno se contuvieron y se fueron. Esta conducta me hizo sospechar que lo hecho es aun mero reconocimiento, que tenían fuerza y que se disponían a defenderse; con cuyo motivo determiné dar descanso ese día a la tropa, para que al siguiente a buena hora pudiéramos atacarlos, como lo ejecutamos en los términos siguientes.
Dispuse que las piraguas y 4 canoas cogidas al enemigo con 40 hombres de tropa atacasen río arriba hasta el pueblo, pero sin empeñarse, con sólo el objeto de llamarles la atención. Del resto de la fuerza hice tres divisiones, la primera compuesta de la quinta compañía de Papantla, a las órdenes de su capitán d. Miguel Carvallo, a la que agregué 20 hombres de Castilla y los del fijo; la segunda se componía de los de las dos compañías de Tamiahua, y el resto de Castilla, a las órdenes del teniente de la segunda de Tamiahua, d. Pedro Blasco; y la tercera del resto de las compañías tercera y cuarta de la segunda división, y segunda y tercera de la primera, al mando del teniente graduado d. Pedro Rojas. Dicidida así la fuerza dispuse la marcha en estos términos: nombré de la primera y segunda división dos guerrillas de a 20 hombres para derecha e izquierda al mando de los tenientes d. Pedro Rojas y el de patriotas d. Juan Vidal; en seguida debía marchar la primera división, después de la segunda, y a ésta las municiones y víveres con la caballería, nombrando a retaguardia una guerrilla a las órdenes del teniente fijo y de Veracruz d. José Martínez Catalán. Dadas a la hora de lista todas las órdenes, y repartidos todos los indios zapadores y escopeteros en ambas guerrillas se pasó una noche tranquila y al amanecer se movió la división, logrando estar marchando a las seis y media. Apenas habíamos andado un cuarto de legua descubrimos a lo lejos un grupo de enemigos de a pie y a caballo sobre la playa y al llegar cerca de ellos se notó que el mar batía contra un médano que formaba en este punto la playa, lo que nos obligó a abrir camino por el monte para volver a tomar aquélla. Se practicó así, pero los enemigos tuvieron la osadía de presentarse aquí a disputarnos el paso. Las guerrillas empezaron a hacer su deber y a las primeras descargas desordenaron sus grupos como de 60 caballos que se oponían con más tenacidad, y no obstante que huían era haciendo fuego, hasta que las guerrillas echaron a correr tras ellos y los hicieron huir de depresión, avanzando oportunamente la caballería que acabó con ellos, logrando que el perverso chino huyese a lo último con solo 9 de sus mejores de a caballo, y fue perseguir cuando permitió el mal estado de nuestra caballería. Se tocó retiró y me dio parte el sargento de caballería de haber tomado 27 caballos y 20 mulas casi todas ensilladas, que dejaron otros heridos y que los jinetes se habían metido en el monte, donde vieron muchos regueros de sangre y un muerto. Reunidos otra vez en el punto donde se separa el camino de la playa para el pueblo, se restableció la marcha y se practicó por un camino cubierto o callejón bastante espeso, hasta llegar a la trinchera, que las guerrillas flanquearon por el monte, donde tenían mucha gente, que huyeron a las primeras descargas de éstas, las que con el grueso, que ya era todo uno, a carrera abierta nos dirigimos al pueblo, donde se empezó un tiroteo que duró poco, pero murieron en él 8 rebeldes, quedando en nuestro poder los dos cañones, piraguas, buques municione y como 20 fusiles y carabinas, no habiendo tenido desgracia alguna por nuestra parte. El enemigo prendió fuego a una casa, que tuvimos trabajos para apagar. Se hicieron 3 prisioneros, un oficial de los piratas, un marinero y un indio, y éste mal herido. Inmediatamente se me presentó la familia de un español honrado vecino de este pueblo llamado Ferral, conocido por adicto a la justa causa, de la cual me informé haber huido los enemigos en dispersión por todas partes al monte. Hice al instante recoger los cañones que tenían en el borde del río, reunir las municiones y armas, y me apoderé de las dos casas mejores, donde situé la tropa con la vigilancia debida. A poco rato se incorporaron las piraguas, que estuvieron hacienda fuego todo el tiempo que tardamos en llegar, y su comandante me dio parte de no haber tenido novedad […] El día 4 con los indios zapadores emprendí el desmonte y fortificación del pueblo, y habiendo tenido noticias de Tuxpan de que los rebeldes de Tlacolula habían saqueado el pueblo de Amatlán y continuaban haciendo destrozos, hallándome bastante enfermo, como lo he estado en toda la expedición, y considerando mi presencia inútil en Nautla, dejé mandado al capitán d. Miguel Carballo con las órdenes e instrucciones acerca del desmonte y fortificación, y trayéndome al oficial prisionero salí para esta cabecera el 5 con 4 lanceros…[8]
Los insurgentes intentaron responder al ataque pero todos los intentos fueron en vano, pues la defensa de Nautla era ya insostenible. Al finalizar diciembre, los realistas ya habían logrado el control total de la zona, haciendo que los rebeldes se vieran en la necesidad de resguardarse en Boquilla de Piedras para continuar asegurando la comunicación con el extranjero.
En diferentes momentos Nautla volvió a caer en manos de los insurgentes. En 1815, José Álvarez de Toledo, un ex Oficial de la Marina española a quien los rebeldes le confirieron la comisión de Marina del movimiento independentista, ya que había sustituido a Bernardo Gutiérrez en el mando insurgente de las provincias internas del oriente de la Nueva España, invitó al Coronel Pedro Elías Bean para iniciar una expedición con la que se pudiera recuperar Nautla. De hecho, Toledo emitirá opiniones mayores en cuanto a la formación de una marina mexicana:
Es indispensable que el gobierno se valga de todos los medios posibles para animar a los particulares tanto en nuestro país como en los países extranjeros a que armen buques contra el gobierno español; para esto remito al gobierno patentes de coros para armar corsarios en estos estados con la bandera mexicana. El modo más propio de que tengamos muchos y buenos corsarios con qué destruir el comercio del enemigo y mantener la comunicación por mar es el que el gobierno no exija sobre las presas la tasación del cargamento y buque con arreglo a los precios corrientes del puerto donde se halla, y que el apresador pague al gobierno dicha suma, y que después pueda venderlas en el lugar que más le convenga, sin que nadie le ponga el menor obstáculo. La Junta de Marina debe componerse del capitán del puerto, el tesorero de Marina, de un abogado nombrado por el gobierno para que atienda en todos los asuntos concernientes a dicho ramo, del jefe militar del ejército que se halle en el puerto, y de un secretario con voto que se nombrará para dicha Junta. El tres por ciento que el gobierno recibirá de las preas será para pagar a los empleados de la Marina de dicha Junta, los cuales así como todos los empleados de la república deben tener unos sueldos moderados peros suficientes para que cada uno en su clase viva con decencia y no con lujo.[9]
La Junta de Marina a la que se refiere Álvarez de Toledo tenía como objetivo la regulación de las presas obtenidas por los buques extranjeros armados en corso y los mismos buques mexicanos.
Guadalupe Victoria En 1816 al perderse Boquilla de Piedras, Guadalupe Victoria ocupó nuevamente Nautla, acciones que sin duda alguna se consideraban determinantes para el logro de la independencia:
…hemos tomado el importante puerto de Nautla, habiendo destrozado completamente su guarnición; todos han perecido, unos en el acto mismo del ataque y otros pasados a cuchillo, después que se ocupó la plaza a fuerza de armas, fusilería, artillería, parque, víveres, caudales, nada han salvado los realistas de Totutla; venía por agua una división de 300 hombres a auxiliar Nautla fuera de tiempo; nuestros valientes marineros salieron a encontrar esa miserable fuerza, aprovechándose de las lanchas y barquillas que estaban en la barra, y no ha quedado un enemigo que pueda inquietarnos. Esta acción va a producir la libertad de México…[10]
Francisco Javier Mina
Los insurgentes mantuvieron el control de Nautla hasta el 24 de febrero de 1817 en que el Teniente Coronel realista Carlos María Llorente volvió a dominarla, arrebatando a los insurgentes 2 cañones de a 12, uno de a 6 y 2 de a 3, un poco más de 100 fusiles ingleses, cartuchos y dos banderas –una tricolor y otra americana-, entre otras cosas más. La vigilancia realista sobre la barra de Nautla va a ser mayor, debido a los informes que se comenzaron a recibir a cerca de la posible llega del español Francisco Javier Mina, partidario de la causa independentista, a algún puerto del Golfo de México.
Boquilla de Piedras Cuando los insurgentes pierden Nautla a finales de 1814, se refugiaron en otro apostadero muy cercano ubicado también en el norte de Veracruz: Boquilla de Piedras. Las autoridades virreinales seguían viendo como un peligro la presencia de los rebeldes en esa zona, por lo que enviaron al Teniente Coronel Llorente al mando de las fuerzas provenientes de Perote y de Jalapa. A estas fuerzas se les unió la escuadrilla formada en Tampico y desde Veracruz el bergantín Saeta y la goleta Cantabria comandada por el Teniente de Navío Francisco Murias, a quien se le asignó la dirección de las fuerzas navales de Llorente.[11]
En los primeros días de julio de 1815, los realistas intentaron tomar Boquilla sin lograrlo; sin embargo el 4 de septiembre se suscitó un combate naval entre buques de guerra españoles y los corsarios, que llegaban a dicho puerto cargados de armamento y víveres para la insurgencia. El Teniente Murias da parte de ello:
Incorporada la corbeta Diana con este bergantín y la goleta Floridablanca á las diez de la noche del 4 del corr. que conforme á las órdenes de V. S. dimos la vela de este puerto en persecución de los corsarios continué mi derrota á Boquilla de Piedras con viento muy calmoso, y por la mañana estando entablado el terral mandé a la goleta que se estrechase con la costa y la recorriese muy de cerca. Poco después de esta providencia se descubrieron de este buque 4 embarcaciones, de las cuales 2 se dirigían al norte con toda fuerza de vela y las otras permanecían fondeadas. En estas circunstancias previne á la Diana y goleta que ciñesen el viento S. O. mura babor con el objeto de que interceptaran estas, mientras que yo con toda diligencia cazaba las otras; y como el rumbo que hacíamos los buques nos proporcionase hacer una bellísima descubierta, avisté otras 2 fondeadas sobre Boquilla de Piedras, que no reconocí por entonces por continuar la caza en que estaba empeñado. A las once de la mañana del 5 y a la corbeta había marinado el bergantín español Vicenta apresado por los piratas y poco después varó la goleta Anguila perseguida por la de guerra, por cuya razón le mandé que continuase a reconocer las otras 2 fondeadas, que al fin no se pudo verificar aquella tarde. Habiendo por estas medidas adaptadas por el enemigo conocido su plan, y cerciorado por las más prolijas, repetidas y exactas marcaciones de su superior y buena marcha, a que se agregaba el ser las dos de la tarde y el viento ya muy calmoso sin descubrírsele mas que un tercio de palo, desistí de cazarle para apresar su compañero que estaba fondeado en Tortugas con una codera en tierra, y después de una vigorosa y continuada defensa sostenida contra este bergantín, varó protegido de mas de 200 hombres que sobre las alturas hacían un vivísimo fuego de fusilería, haciendo su posición impotente mi artillería y la de Floridablanca que mandé situar al propósito. sin embargo de todas estas dificultades para que nada nos quedase que hacer dispuse que las embarcaciones menores de todos los buques fuesen armadas y con tropa a intentar saquearla e incendiarla; pero la mucha mar que no permitía atracar a la playa, y como dejó dicho las ventajosas posiciones de los rebeldes que ocupaban dos alturas que dominaban la goleta, reforzados con 50 hombres de su tripulación, hicieron ilusoria y costosa nuestra determinación, pues tuvimos entre todos los buques 8 heridos, 1 de ellos de consideración, como verá V. S. por el parte núm. 1. Al amanecer del 6 llamé a los comandantes de la Diana y Floridablanca y acordamos dar la vela para Boquilla de Piedras en vista de quedar desarbolado, varado é inutilizado el nominado corsario, que como queda indicado estaba ricamente cargado, en donde también se hallaban fondeados los 2 buques de que queda hecha mención y que según declaración de los prisioneros eran dos pequeños corsarios que habían venido de Orleáns vendidos por los piratas con su armamento, que consistía en armas blancas y de chispa, a los rebeldes. Esta determinación se ejecutó con tanta celeridad que cuando yo fondee, por haberme detenido en Tortugas en atracarme más al varado para acabarlo de desbaratar, ya la Floridablanca tenia al costado uno de ellos y pulsándose algunas dificultades en tomar el otro porque estaba muy cerca de tierra, y últimamente varado y sostenido por la fusilería enemiga, resolví armar el ya marinado, a cuyo efecto le di la correspondiente orden al comandante de la Diana, que lo ejecutó con aquella actividad e inteligencia que tiene tan acreditada. En efecto poco después del medio día del precitado día 6 salieron el barco apresado y todas las embarcaciones menores á incendiar el varado, si no se pudiese sacar, de cuya ardua y arriesgada empresa encargué a mi segundo el Alférez de Navio D. Ramón Gil, a las órdenes del comandante de todas las fuerzas el Teniente de Fragata D. Joaquín Vial, y llenaron tan a mi satisfacción su importante comisión que no contentándose con lo ya practicado, solicitaron mi permiso para saltar en tierra, que les concedí en vista de estar el día muy a propósito, en cuya operación vencieron con denuedo cuantas dificultades les presentó el enemigo para eludirla como V. S. verá por el parte núm. 3 y oficio con que me los acompañó el comandante de dicha Diana. El resultado pues de todo, además de lo que queda manifestado es haber quemado el corsario y el pueblo de Boquilla de Piedras, en cuyas casas había cantidad de efectos que por no poderse conducir a bordo se entregaron a las llamas, 2 botes, 1 canoa que se trajo a la corbeta y 1 obusito de fierro a este bergantín, tomándoles igualmente 2 banderas que por muerte de los que las guardaban las abandonaron cobardemente los rebeldes; de modo que de los buques con que iban formando su escuadrilla los piratas, no existen ya mas que el corsario titulado El General Morelos que pudo escaparse a beneficio de su gran distancia y superioridad de vela, el cual según exposición de D. Manuel Ruiz y D. Francisco Bon, el primero del comercio de esta plaza y el segundo capitán de la Polacra Regla, no volverá a presentarse por hallarse sin víveres, con muy poca gente y esta disgustada de su permanencia en estas costas para precaverse de lo que les acaeció.
Aunque la moderación de los comandantes, oficiales de guerra, y mayores de todos los buques llegó al punto de indicarme no se hiciese mención de ellos en el parte que yo diese a V. S. de estas ocurrencias, no puedo pasar en silencio el distinguido mérito que han contraído todos en esta expedición, y con particularidad los 2 comandantes, el Teniente de Navío D. José Porrudo y el Alférez de igual clase D. José Villavivencio, el Teniente de Fragata D. Joaquín Vial, los Alféreces de Navío D. Ramón Gil, F. Honorio Sirera y D. Justo Pasalagua, el de Fragata D. José Baldasano, el Graduado Práctico Mayor D. Manuel Ormigo y los pilotos habilitados de oficiales D. Simón Julián y D. Francisco Morales, los cuales recomiendo a V. S. con particular empeño y eficacia para que se sirva elevar al conocimiento de la superioridad el celo, actividad, denuedo y serenidad de estos oficiales ya que por mi parte no puedo darles otra prueba mas relevante de mi aprecio. La tropa y marinería se disputaban el lugar para ir en las embarcaciones y han llenado su deber en términos que los creo merecedores de la consideración y bondades de V. S.
Dios guarde a V. S. muchos años.
Bergantín Saeta entrando en Veracruz a 7 de septiembre de 1815.
Francisco Murias. Sr. Gobernador y Comandante General de Marina D. José de Quevedo.[12] Esta acción naval le dio el mérito al Teniente de Navío Francisco Murias de ser ascendido a Capitán de Fragata. La tripulación recibió sólo agradecimientos por parte de la Corona española. Sin embargo, a pesar de este triunfo, los realistas no se decidieron a ocupar Boquilla de Piedras, lo que facilitó la reorganización de los independentistas en ella.
El 6 de octubre de 1815, llegó a Boquilla de Piedras el recién nombrado Mariscal de Campo José Álvarez de Toledo con 4 cañones, armas y provisiones para apoyar a Guadalupe Victoria que se encontraba ahí. Con experiencia en las comunicaciones marítimas, Toledo tenía la misión de trasladar a Estados Unidos al Ministro José Manuel de Herrera, con quien partió el 15 de octubre en la goleta Presidente, arribando a Nueva Orleáns el 25 de noviembre del mismo año. La finalidad de la visita era que Herrera lograra establecer negociaciones para conseguir apoyos para la insurgencia y formar así una marina para el corso y el comercio. Ahí consiguió hacerse del barco de guerra Fire Brand, perteneciente al gobierno norteamericano y cuyas funciones serían las de transportar las comunicaciones de la insurgencia mexicana a Nueva Orleáns y viceversa.[13] Entre los comisionados para hacer llegar éstas comunicaciones estaba el corsario Juan Galván, un marino irlandés con una amplia experiencia en las artes de la mar adquirida con la armada estadounidense:
…el sujeto que va encargado de conducir mis pliegos hasta ponerlos en manos del V. A. es el caballero d. Juan Galván, irlandés de nacimiento, honradísimo, de la mejor reputación y verdadero amigo de la causa de México. Es además un diestro profesor de marina, habiendo servido mucho tiempo en la de estos Estados [se refiere a los Estados Unidos] en la clase de Teniente Coronel; digno por todas estas consideraciones de que V. A. lo coloque de capitán en el primer barco que arme la nación…[14]
Los rumores de que el gobierno norteamericano apoyaba a los insurgentes eran muy fuertes, se decía que en Nueva York y Baltimore agentes mexicanos se estaban preparando para dar un fuerte golpe a la Nueva España y para ello se necesitaba establecer un puerto propiamente rebelde en Boquilla de Piedras.[15] De ahí que los realistas, que habían reducido su actividad a la simple vigilancia de la zona, hayan agilizado el cuidado de la costa con la goleta Galga y el San Fernando, uniéndoseles posteriormente el bergantín Saeta, la goleta Proserpina, la balandra Isabel y la goleta Carmen. Antes de que Boquilla de Piedra cayera en manos realistas, desde Estados Unidos llegó en 1816 Guillermo Davis Robinson, comisionado por el comerciante liberal José Nicholson para cobrar un capital que la insurgencia le debía. Pero esta no era su única intención en territorio mexicano, pues entre sus planes estaba entrevistarse con los líderes insurgentes y plantearles su propósito de agilizar el movimiento apoderándose de algún puerto del Golfo de México. Guadalupe Victoria sólo accedió en apoyar proporcionando la fuerza necesaria, mientras que al General Manuel Mier y Terán lo convenció de tomar Coatzacoalcos. La travesía comenzó el 17 de junio de 1816 llegando a la zona el 6 de septiembre en que Terán ordenó un reconocimiento, apoderándose de todo lo útil para la campaña. Dos días después fueron sorprendidos por las tropas realistas al mando de Pedro Garrido, quienes lograron dispersar al grupo insurgente y tomar algunos presos, entre los que se encontraba Robinson, juzgado tiempo después como conspirador y enemigo de España.[16]
En el penúltimo mes de 1816 se logró arrebatar a los insurgentes Boquilla de Piedras. Al Teniente Coronel de Milicias José Antonio Rincón se le designó la comisión de estudiar la zona en manos de los rebeldes y tomarla. Acompañado de 200 hombres de Infantería y 100 de caballería, además de una lancha con un cañón de a 4 con 2 esmeriles por banda, realizó el reconocimiento por tierra y por la orilla del mar. Llegando a la Antigua, el Teniente mandó construir más lanchas y logró fortalecer el volumen de la tropa. El 23 de noviembre de 1816 se acercó a Boquilla y dispuso el ataque dividiendo sus fuerzas en tres partes, que situó alrededor del lugar. Al amanecer del día siguiente se ejecutó el asalto, a los rebeldes no les quedó más remedio que huir dejando tras de sí un gran número de pérdidas. Al respecto, José Dávila García –Gobernador de Veracruz- informó al Virrey Juan Ruiz de Apodaca:
…con toda prontitud y felicidad se ha exterminado el enemigo de la memorable cala de Boquilla de Piedras, que a causa de hacer las aguas intransitables sus comunicaciones se figuraban era inexpugnable, y se había hecho por esta impunidad famosa, no menos que por la importancia que han querido darle las supercherías de los rebeldes, y el delirio de algunos extranjeros interesados en turbar la paz de la sociedad, singularmente la de este suelo, objeto de la codicia, empeñados en dar apariencias de legitimidad a sus piraterías, fingiéndolas autorizadas por un gobierno reconocido, y legalmente recibidas en un punto que han supuesto puerto, lo han llamado independiente y lo han figurado con almirantazgo, ordenanzas marítimas, tribunales y de más establecimientos civiles, no habiendo sido más que una madriguera de malhechores de todas las naciones, reducida a miserables chozas de caña y paja…[17]
De esta manera, el movimiento insurgente perdió la oportunidad de manejar un puerto de la costa del Golfo, muy necesario y de suma importancia para el fortalecimiento de la causa. La pérdida de Nautla y Boquilla de Piedras provocó que el liberal español Francisco Javier Mina cambiara sus planes de arribo a la Nueva España, y en vez de desembarcar en estos apostaderos lo hiciera en Soto la Marina, Tamaulipas.
[1] Documento núm. 90: Averiguaciones sobre las cartas de D. Tadeo Ortiz a los jefes independientes interceptadas en Veracruz, 18 de junio de 1812 a 25 de agosto de 1813. (Tadeo Ortiz a “Manuel” Morelos, Nueva Orleáns, 18 de junio de 1812), en Juan E. Hernández y Dávalos, op. cit. Tomo V, p. 191. [2] De hecho, en 16 años son armadas en corso 33 fragatas de Baltimore y Nueva Orleáns. Enrique Cárdenas de la Peña, Historia Marítima de México. Guerra de Independencia 1810-1821, Vol. 1, p. 197. [3] Teniente Coronel, Juan Davis Bradburn: nació en el año 1786, siendo originario de Richmond en el Estado de Virginia, causó alta como Capitán de Infantería el 1 de enero de 1813, apoyó el proceso de independencia de nuestro país desde 1812, estuvo bajo las ordenes de Agustín de Iturbide como ayudante personal, a partir de 1820, nombrándolo el 2 de marzo de 1821 Teniente Coronel efectivo de Infantería, fue el iniciador de la Infantería de Marina de nuestra institución. Entre otras cosas participó en la lucha para la conservación del territorio Tejano en 1830. [4] Documento núm. 80: Averiguación sobre las cartas de D. Tadeo Ortiz a los Jefes Independientes interceptados en Veracruz, 18 de junio de 1812 a 25 de agosto de 1813, en Juan E. Hernández y Dávalos, op. cit., Tomo V, pp. 192-193. [5] Documento núm. 156: Fr. José Antonio Pedroza participa al Lic. Rayón el desembarco del general Lambert (Humbert) en la Barra de Nautla, junio 21 de 1814, en Juan E. Hernández y Dávalos, op. cit., Tomo V, p. 547. [6] Los Presidentes de México ante la Nación 1821-1966, Tomo V. Manifiestos y documentos de 1810 a 1966, México, Editado por la XLVI Legislatura de la Cámara de Diputados, 1966. [7] Rayón a Morelos, Zacatlán 19 de septiembre de 1814. Citado por Enrique Cárdenas de la Peña, Historia Marítima de México. Guerra de Independencia 1810-1821, Vol. 1, p. 179. [8] “Manuel González de la Vega al virrey Félix Ma. Calleja, Tuxpan, 8 de diciembre de 1814”, Gaceta del Gobierno de México, Sábado 31 de diciembre de 1814, Tomo V, Número 677, pp. 1425-1431. [9] Infidente General, Leg. 110, Archivo General de la Nación. [10] Vicente Guerrero al Teniente Coronel Miguel Ramírez, Campo de la Libertad, 29 de diciembre de 1816, Operaciones de Guerra 79, fs. 81-82, Archivo General de la Nación. [11] “Carlos María Llorente al Virrey Félix María Calleja, Nautla, 13 de julio de 1815”, Gaceta del Gobierno de México, Martes 15 y Jueves 17 de agosto de 1815, Tomo VI, Números 778 y 779, pp. 855-867. [12] Gaceta del Gobierno de México, Sábado 30 de diciembre de 1815, Tomo VI, Número 774, pp. 1420-1422. [13] Enrique Cárdenas de la Peña, Historia Marítima de México. Guerra de Independencia 1810-1821, Vol. 1, p. 194. [14] José Manuel de Herrera al Supremo Gobierno Mexicano, Nueva Orleáns, Noviembre de 1815, Historia, Notas Diplomáticas I, f. 100, Archivo General de la Nación. [15] José Cienfuegos a Apodaca, La Habana, 25 de septiembre de 1816, Historia, Notas Diplomáticas I, fs. 243-248, Archivo General de la Nación. [16] Enrique Cárdenas de la Peña, Historia Marítima de México. Guerra de Independencia 1810-1821, Vol. 1, p. 199. [17] “José Dávila al Virrey Juan Ruiz de Apodaca, Veracruz, 2 de diciembre de 1816”, Gaceta Extraordinaria del Gobierno de México, Domingo 15 de diciembre de 1816, Tomo VII, Número 996, pp. 2025-2028. |