El cura Morelos se distinguió siempre por tener una amplia cultura, una vasta intuición militar, además de tener siempre muy claras las metas a alcanzar.[1] Esta mente ágil y abierta le hace considerar la posibilidad de entablar relaciones con otras potencias extranjeras. Sabía que era necesario obtener apoyo de otros países, como Estados Unidos e Inglaterra, a fin de conseguir todo lo necesario para continuar la campaña que aseguraría el triunfo del movimiento libertario. Lo que no sabía Morelos era que estos dos países tenían un interés especial de que se lograra la independencia: por un lado Estados Unidos estaba desarrollando ya un fuerte pensamiento expansionista y le convenía que la Nueva España se independizara de la península para poder iniciar en América una nueva forma de dependencia. Por otro, Inglaterra, que se había consolidado ya como una gran potencia, le beneficiaba que España siguiera debilitándose perdiendo sus posesiones allende los mares.
Al párroco de Curécuaro le interesaba obtener de ambas potencias pertrechos, fusiles y municiones necesarios para continuar su campaña emancipadora. Sabía muy bien la importancia que el mar tenía para este efecto. Los puertos seguían siendo zonas importantes que resultaba primordial controlar, ya que por ahí llegaban las provisiones y armas que la metrópoli enviaba a los realistas para continuar su combate en contra de los insurgentes. Eran tres los puertos importantes en ese momento: San Blas, Acapulco y Veracruz, de ahí el interés de mantener un sólido control de las costas porque ahí también estaban las miradas de otras potencias, quienes a través de las costas mantuvieron comunicación con la Nueva España.
En el fondeadero de Antón Lizardo –Veracruz- en varias ocasiones se notó la presencia de una fragata de origen inglés llamada Aretusa. Al enterarse de ello Morelos decidió investigar cuáles eran las intenciones de esta embarcación en aguas mexicanas y, sobre todo, si había posibilidades de establecer relaciones comerciales con ella. El mismo que enteró a Morelos de la presencia de esta fragata, el capitán Agustín Niño, fue designado para esta comisión. De manera errónea este capitán informó que el Teniente W. Holmes Coffin, Comandante de la fragata estaba dispuesto a entablar negociaciones.[2] Cuando el padre insurgente intentó cristalizar el trato, el Capitán de la Aretusa le manifestó que al no tener autorización de su país, su única intención era fungir como mediador entre los realistas y los insurgentes,[3] a fin de lograr el establecimiento de la paz.
Otra embarcación que denota esta necesidad del movimiento independentista por entablar relaciones comerciales por los litorales de la Nueva España fue el bergantín Mercedes que, comandado por el Capitán José Sánchez, llegó al puerto de Santa Cruz – Huatulco-. Al igual que la Aretusa, el Mercedes era una embarcación de origen europeo que no presentó hostilidad ante los habitantes de esa región. La insurgencia pronto tomó cartas en el asunto comisionando a Antonio de Sesma y Alencaster[4] para recorrer las costas y revisar todos los puertos que tuvieran barcos anclados y cuya actividad fuera comercial; esto con el fin de cerrar negociaciones con las embarcaciones comprando todo el cargamento útil para la causa:
En caso de que un barco llegue, de ser enemigo lo asegurará, pero siendo comerciantes las personas que lo conduzcan, cerrará contrata con todo el cargamento, ofreciendo –en caso de venta de bajel- pagar el monto con reales, granas y tintas, cobrando previamente a los dueños de los efectos de la nave el 2.5 % por derecho de alcabala, almojarifazgo, y demás que deben pagar, hasta un total de 12.5%; auxiliará al capitán maestre en cuanto pueda y le prevendrá que en lo ulterior deberá buscar el desembarque en Acapulco y no en otro puerto. Un guarda de la aduana ha de estar pendiente de cuanto ocurra, y la tripulación de ninguna manera podrá internarse en el país, de tal suerte que no se entere de los lugares fuertes o débiles existentes.[5]
No cabe duda que Morelos era un verdadero estratega y las anteriores disposiciones lo demuestran claramente. De esta manera es como Morelos intentó establecer relaciones comerciales por mar con otras potencias extranjeras, para el beneficio de la importante campaña que estaba dirigiendo y, sobre todo, controlando las salidas al mar como elemento primordial para alcanzar la tan anhelada independencia. Es a él a quien se debe reconocer como el primer hombre del México insurgente en vislumbrar la gran importancia que los mares tienen para la nación mexicana.
[1] Todo ello le valió que Napoleón Bonaparte lo admirara sobremanera, y manifestara que “si tuviera cien Morelos, conquistaría todo el mundo”. [2] Documento núm. 255: Correspondencia del Sr. Morelos con el Comandante de la fragata de guerra Aretusa, y entre aquel y Rayón, 2 de marzo de 1813, en Juan E. Hernández y Dávalos, op. cit., Tomo IV, pp. 902-903. [3] Arturo López de Nava, op. cit., p. 17. [4] Documento núm. 256: Disposiciones del Sr. Morelos sobre venta de los efectos que condujo al puerto de Santa Cruz Agualulco, el bergantín Mercedes, y sobre comercio en los puertos, del 1 al 3 de marzo, en Juan E. Hernández y Dávalos, op. cit., Tomo IV, pp. 904-907. [5] Enrique Cárdenas de la Peña, Historia Marítima de México. Guerra de Independencia 1810-1821, Vol. 1, p. 140. |